Sobre la adquisición de segundas lenguas

En aras de abordar este tema de una manera holística y coherente, lo mejor sería que empezara partiendo de una teoría basada en el concepto lingüístico del innatismo, postulado por el lingüista americano e intelectual público Noam Chomsky: con el innatismo, Chomsky describe la existencia de un sistema gramatical innato y universal que posibilita la adquisición de nuestra lengua materna. Esta lengua materna, tal y como existe en un contexto concreto extrínseco a nosotros, funciona como una estructura superficial (que es, de hecho, cómo la denomina Chomsky) que se puede maridar, por decirlo así, con lo que es la estructura profunda de nuestro sistema gramatical universal. Según Chomsky, así aprendemos nuestra lengua materna, mediante un proceso parecido al de llenar un molde, que ya nos proviene de los límites y contornos de todo lo que posteriormente se va a aprender. Esta idea dista del también postulado proceso del aprendizaje por medio de la imitación, sin que intervenga ninguna información intrínseca y a priori, lo cual se denomina conductismo (frente al innatismo).

A la luz de las implicaciones teóricas de este mecanismo, que Chomsky denomina el Dispositivo para la Adquisición del Lenguaje, fue el lingüista americano Stephen Krashen quien, extrapolando esta teoría Chomskiana, la modificó para el campo de la adquisición de segundas lenguas, donde su principal aportación académica ha sido una teoría que es sencilla y al mismo tiempo rompedora: una segunda lengua se puede aprender de la misma manera que la primera, aprovechando el mismo mecanismo innato explicado por Chomsky, el Dispositivo. Esta es una idea que ha aplicado Krashen haciendo una distinción crucial entre el aprendizaje de una segunda lengua y la adquisición de la misma, además de formular una serie de teorías relacionadas que en su conjunto conforman lo que es su aportación a la disciplina académica.

Desde que se formuló la teoría hace ya algunas décadas, esta aplicación revolucionaria por parte de Krashen de las ideas de su predecesor ha tenido un gran impacto, no solo por las implicaciones teóricas sino también por las prácticas en el campo de la pedagogía del aprendizaje de segundas lenguas. Ahora bien, el término aprendizaje en este caso se podría aplicar a la disciplina académica y pedagógica en general, abarcando tanto el término adquisición como el de aprendizaje, pero el sentido que me gustaría atribuirle es el que existe en contraposición a la adquisición, aprovechando así el marco de la distinción de Krashen entre la adquisición y el aprendizaje de una segunda lengua.

Es en esta distinción donde radica lo polémico de las ideas del lingüista en el ámbito de la pedagogía, ya que sus ideas existen en un plano en gran medida opuesto al modus vivendi de la mayor parte de la pedagogía de segundas lenguas. Se puede resumir en pocas palabras: mientras que la adquisición es clasificable como un método inductivo, el aprendizaje es mayormente deductivo o, dicho de otro modo, basado en lo que se podría denominar el enfoque gramatical tradicional. Es decir, la pedagogía actual se basa en impartir reglas gramaticales y estructuras lógicas a partir de las cuales se aprende la aplicación de estas reglas a un contexto dado de la vida real; la adquisición, en cambio, se basa en comprender un mensaje comprensible en un contexto desprovisto de reglas gramaticales específicas, las cuales se pueden aprender de forma inductiva e intuitiva a posteriori. Esta es la forma en la que los niños aprenden su lengua materna, de manera natural, sencilla y práctica, y el genio de Krashen ha sido en su idea de que los adultos pueden tener éxito haciendo lo mismo.

He aquí algunos corolarios de las aplicaciones prácticas de Stephen Krashen al ámbito pedagógico.

  • Si partimos de la base de que usamos como niños, adolescentes o adultos el mismo mecanismo innato y universal para adquirir una lengua, tanto la segunda como la primera, la pedagogía actual y el enfoque gramatical tradicional se revelan como métodos que son:
  • Ineficaces, porque no están dejando que los alumnos aprendan de una forma más provechosa y, en última instancia, más exitosa.
  • Pródigos, porque están llevando a un malgasto de recursos que, en el caso contrario, no se tendrían que gastar y que se podrían poner a disposición de los alumnos a fin de un mayor beneficio colectivo por parte de los mismos.
  • Irresponsables, porque están debilitando las habilidades comunicativas del alumnado, precarizando el futuro del mismo en un mundo globalizado en el cual se va a exigir justo este tipo de habilidades a los futuros adultos a quienes estamos formando.

La pedagogía, empero, no es ni mucho menos un campo uniforme, y claro está que existen tantos profesionales como instituciones donde se promueve una pedagogía y una filosofía educativa más acordes a las valiosas conclusiones de los teóricos en la disciplina de la adquisición de segundas lenguas. Del mismo modo, el enfoque gramatical tradicional tiene algún valor educativo dentro del aula, ya que un conocimiento explícito de lo que se está aprendiendo forma parte de toda filosofía educativa exitosa.

Acaso el mayor problema hasta la fecha ha sido el hecho de que en el aula, tal y como es dentro del engranaje educativo sistemático con una vigencia de varios siglos, no se disponga de los recursos y el tiempo suficientes como para cumplir con los principios de un método –el de la adquisición de segundas lenguas– que es cuando menos multiforme, por no decir impredecible y dependiente en gran medida de las aptitudes y preferencias de cada alumno. Es más, los métodos idóneos para la adquisición de una segunda lengua y los actualmente vigentes en la mayor parte de las aulas parecen ser casi irreconciliables. Tal vez no sea de extrañar, a fin de cuentas, que un método natural como es la adquisición de una segunda lengua no sea compatible del todo con lo que es el ámbito formal, rígido y estructurado del aula.

Sin embargo, lo que se ha de cambiar en lo referente a la pedagogía es la proporción del tiempo dedicado a este enfoque tradicional, de modo que se conceda la atención y el tiempo necesarios para optimizar la adquisición de las segundas lenguas, en vez del aprendizaje. Dado que invertir las proporciones del tiempo dedicado a cada modo de aprender es mucho más factible e incluso provechoso que una revisión completa del currículo y la filosofía educativa de todas y cada una de las instituciones educativas pertinentes (digamos casi todas), esta suerte de inversión, realmente un ajuste de la forma de impartir clases, es lo que parece ser la mejor opción para todos, por lo menos a nivel colectivo. Claro está, en defecto de una solución colectiva, que siempre queda aquella solución secundaria que nunca nos ha fallado a los seres humanos: sálvese quien pueda, o quiera, si bien una fuga docente no es ni mucho menos la mejor solución para quienes tendrían que ser, a todas luces, el futuro de nuestra sociedad globalizada.

En lo que todo esto se traduce, si lo llevamos al terreno más general, es en la institución de una forma de aprender segundas lenguas más eficaz, más económica y más comprometida con el futuro bienestar de los alumnos, siempre teniendo en cuenta la retención del enfoque gramatical tradicional en el aula en una menor medida, dado que siempre se debe reconocer la utilidad de un método donde existe y la de la gramática, por muy excesiva que parezca en la mayoría de los casos, tiene un uso suplementario para los alumnos de segundas lenguas.

Para concluir, mientras se realice lo que podrá ser un proceso de transformación educativa, hay que tener siempre presente la idea de que la educación, el desarrollo de competencias comunicativas y el futuro éxito de todos los alumnos son aspectos de la pedagogía vinculados de modo tal que cada uno depende de la exitosa realización del otro. Es decir, que prime el éxito holístico, tanto dentro como fuera del aula de las segundas lenguas. El imperativo de poner en práctica las teorías susodichas para lograr este fin es cuando menos importante, además de exigente. Ya sabemos todos que las lenguas lo son, claro está, y merecen toda la importancia que les podamos conceder.