Élite en el mundo moderno

¿Qué es lo que puede pasar cuando están reunidos en el mismo lugar un sinnúmero de adolescentes bastante homogéneos y, con la excepción de una pequeña panda de chavales venidos de un barrio más humilde, forrados hasta la saciedad? En la mayor parte de los casos no se da nada de nada o, yo qué sé, un instituto privado, excluyente y pudiente, pero básicamente indistinto de todos los demás. Pero en el caso de Élite, la serie tan vista como denostada por sus excesos (sí, llamémoslos así), es claro que lo que tenemos es otra cosa. Y el problema no es que no sepa qué cosa es, sino que es un problema que nos tendrá que atañer a todos.

Lo más razonable sería bajar hasta su nivel, que es el de un espectáculo sencillo y superficial que aprovecha el sexo, la violencia y las intrigas de un enjambre de adolescentes para captar una audiencia más o menos de la misma edad (aunque me parece curioso el recorrido que ha tenido la serie entre algunos grupos mayores, a uno de los que pertenezco yo mismo). Es decir, no se debe esperar nada más allá de lo que supone esta franja de la humanidad, por decirlo así, y no cabe duda de que cumple su función en este sentido, a lo bestia y todo el rato con explosiones de luces y colores a lo largo del espectáculo.

En otras palabras, juzgada desde una perspectiva que va más allá de lo meramente entretenido, lo que de ninguna manera quiere decir calidad estética ni mucho menos, Élite se estanca en su elegido entorno como si ello fuera su único objetivo después del de forrarse a base del brillo de escándalo, que es su más básica esencia. ¿Y a quién no le va a gustar el fervor de la traición y el egoísmo que va apoderándose del más ínfimo chaval de ese instituto? Es sorprendente ver lo que a nuestros protagonistas les puede costar vengarse de sus compañeros y al final salir airoso y con ganas para otra ronda –una vida de muy poca profundidad, claro, y cómo mínimo. Pero vamos, que no hemos venido a la serie interesados por nada profundo.

Pero basta con lo que a mí me parece un asunto zanjado, ese de la calidad de la serie y su superficialidad. Ya se ve. Aún más interesante y lo que me sigue llamando la atención más allá de las trivialidades de su contenido es el tema de lo que puede reflejar de nuestra sociedad la mera existencia de una serie como esta. Lo que pasa es que al final es la fusión de los conceptos de la riqueza y la sofisticación –a veces hasta tal punto que parecen inseparables– la que más me llama la atención. La idea de que los dos conceptos van de la mano siempre ha sido más un tópico de la cultura occidental o del llamado populacho que una realidad, y claro que mucho depende de cómo se defina la palabra sofisticación. Pero, aun así, sigo manteniendo que lo que la serie más ha matizado y trabajado, y donde más se ha forrado, ha sido esta fusión. Es un fenómeno que podríamos llamar la fórmula Élite: cuanto más rico sea el chaval, más sofisticado y cosmopolita va a aparentar.

Cabe añadir que este vínculo artificial entre los dos conceptos viene siendo un poco vulgarizado por lo naíf que puede llegar a parecer (o por lo menos que me puede parecer a mí), ya que poco tiene que ver con la realidad, o sea con lo que era la realidad. Y cómo puede cambiar la realidad, ¿verdad? Gracias a una época moderna que dispone de una tecnología muy sofisticada y que entraña lo que hemos venido a llamar las redes sociales, está cada vez más fácil y factible disfrazar y a la vez monetizar la superficie de un individuo con todo tipo de ardides, trucos y capas, de modo que ya no existe ni por asomo ese individuo más allá de su disfraz.

Ya sé que los creadores de Élite han intentado sugerir la existencia de algo más profundo que la mera superficie de sus personajes, pero con lo que me he quedado al contrario ha sido con la impersonalidad que caracteriza casi todas las interacciones entre los personajes de la serie, y con lo encerrados que están dentro de un mundo egoísta sin sustancia ni autenticidad. Qué tan solitario debe de sentirse una persona así, no solo por desconocer a sus compañeros sino por desconocer a sí misma a un nivel que tendría que ser increíble si no estuviéramos viviendo en pleno siglo veintiuno.

Al final, supongo que sí he podido extraer algo de jugo de esta serie, por muy vacía que ha sido como entretenimiento. En fin, Élite ha hecho de la vacuidad humana una fuente de creación y, un poco por desgracia, no puedo decir que no me haya gustado.