La codicia y el amor

[Un aviso: lo siguiente no es una opinión sobre el matrimonio, y no soy cristiano –ni mucho menos. Considera lo siguiente como algo teórico en vez de personal, ya que no tengo ningún interés al respecto].

Voy a ser sincero y ya mismo compartir algo que quizá sea un tanto polémico –una opinión fuera de lo común, al menos por lo que he podido aprender de mi entorno: que la codicia y el amor están mucho más cercanos de lo que piensa la mayoría de la gente.

Teniendo en cuenta que en todo lo referente al amor me refiero al amor romántico, empezamos por una verdad sencilla pero poco reconocida y además innegable: en su esencia, el amor no existe fuera de la persona que ama. En otras palabras, es un sentimiento más o menos hermético que aparece en primer lugar por lo que suscita la otra persona, la amada, y no por lo que esta persona es en sí misma, lo cual no tiene nada que ver.

Dicho de otra manera, el amor es simplemente una reacción a los sentimientos que provoca la otra persona, y no un conocimiento profundo de los sentimientos de esta persona ni mucho menos uno de esta persona en sí.

A partir de esta verdad básica llegamos a la próxima, que es en realidad una extensión de la primera: que el amor (en el sentido al que me he referido, esto es, el amor romántico) es en su esencia codicioso, principalmente por ser tan hermético y personal como cualquier otro deseo con el que podamos asociar a la codicia.

El amor es un deseo como cualquier otro, y surge de sentimientos basados en un interés propio. Lo único que diferencia al amor de cualquier otro sentimiento es su extensa mitificación en el imaginario colectivo, su supuesto poder para unir a dos personas y por lo tanto su aparente capacidad para lograr la paz, la armonía y la unificación de comunidades y gentes.

Esto no es decir que el amor y la codicia sean idénticos, sino que están bastante cercanos, y como cualquier otro deseo, el amor puede llegar a ser no solo disparatado sino destructivo, vil e inmoral. (La verdad es que todo tipo de amor comparte estos rasgos esenciales, aunque con algunas diferencias que merecen ser tratadas en otro momento).

Y ¿qué hay de ese amor de los adolescentes, el más típico de todo lo anterior? La respuesta es: mucho menos de lo que parece –y aun así no parece mucho, la verdad. El amor más sustancial y quizá más benévolo es el de la pareja comprometida, de quienes ya no sienten el amor pasional, pero siguen compartiendo una vida y alcanzando compromisos y realizando esfuerzos para que todo les salga bien. Ese amor que no exige la pasión y el arrebato de un solo momento, sino la madurez y cierto sentido de humanidad. Pero eso ya es otra cosa.